22.3.06

Los Inocentes de GIPI


Los pecados del pasado suelen golpear como un batán silencioso en los rostros de las personas. Los personajes-víctimas de Los Inocentes son seres aislados, cargando con su infierno, el infierno sólido, implacable de la sociedad capitalista. Pero antes de todo está la infancia, la pubertad… islotes, puertos de aprovisionamiento de felicidad efímera, pero felicidad. Aquí se aúnan tres estadios, tres estados de ánimo: la del niño que quiere ser mayor, la del joven que ya es un hombre y la del hombre que es un viejo.

Gipi construye un relato del fracaso y de la juventud perdida soberbio. Nos encontramos con unos recursos narrativos donde nada es forzado, donde las secuencias fluyen de manera sencilla y efectiva. Nada es gratuito: los silencios son tan importantes como el sonido (esos sonidos de coches, del cadencioso y cotidiano deambular de la vida de carretera); y luego está la luz, la luz silente, el mar, el mar que muerde. El mar y la luz son dos entes, dos personajes más que acompañan a la historia, al lector. He aquí algo fundamental: de lo concreto, una historia de perdedores subyace una estructura profunda universal, conceptos como la pérdida, el fracaso, lo cíclico, la angustia por el futuro.
¿Y qué es lo que queda al final? Recordar. ¿Recordar es mentirse? Por supuesto.