16.5.06

El trazo sexual de Guillem March

A raíz de un comentario de JQ, El Cisne Negro, me he inclinado por hacer una pequeña semblanza sobre el trazo de dibujo de Guillem March, dentro de su obra Sofía, Ana y Victoria, último álbum de este autor balear que ha editado Diábolo Ediciones.
La portada del cómic es de una elegancia exquisita. Es el trazo ya elegante y acabado, sexual y cálido, turgente y de síntesis. A primera vista nos enamoramos por la candidez de vida, juventud aniñada. Una joven sentada con trazos largos y generosos, un trazo forma de saber lo que se hace: tinta que moldea un ánfora hembra.
La portada que sirve de pórtico a Sofía, es de una belleza lenta y honda, el alma del personaje está en equilibrio con trazo de una sóla línea. Aquí no hay líneas secundarias ni líneas de apuntalamiento del solar: sólo es decisión, movimiento y carnalidad humana, pero de gente normal, como tú o como yo.
La historia Sofía es de un trazo más presuroso, compulsivo, donde lo importante es narrar, donde lo plástico impera sobre la elegancia. Pero en este trazo no hay duda, sólo salto al vacío.
La portada de Ana, la segunda historia, es bipolar: porque en rigor son dos dibujos y porque son dos formas de interpretar la tristeza y la soledad.
Ana efímera y evanescente, de trazos vaporosos y transparentes que en la retina del lector se refleja como un suspiro. Trazo que hiende el papel y respira finísimo. Estamos en un juego de espejos: Ana que parece que se mira en un espejo que se refleja en nuestra pupila que proyecta la imagen en nuestra mente. Una ley física/poética de vasos comunicantes.
Damos la vuelta a la portada y nos encontramos con el escorzo violentado de Ana.
Tenemos un trazo más austero en sus cabellos flameantes, más económicos pero más líricos y difíciles de conjugar. Después está el trazo húmedo de la camisa destrozada. Luego el trazo denso de las piernas y culo, la meticulosidad del nudo de los cordones, y, finalmente, manchas de tinta en el suelo de arena negra, sucia y arisca como lo que se cuenta en la historia del personaje.
El dibujo de la historia de Ana es limpio, terso y suave como un mes de septiembre. En esta historia, Guillem, ha optado por una línea flexible pero rotunda, una narración elástica como el tipo de historia que nos habla: un thriller de verano de playa. Tema inhóspito en el cómic.
La portada de la historia Victoria es de diseño, pero no despectivamente, sino de diseño artístico, diríamos, diseño que narra.
Aquí el trazo es hiperrealista, glamoursoso, más objetivo que nunca, pero también más orgánico, en el sentido de que la composición narrativa del dibujo está más elaborada y, por consiguiente, más compleja. Como dijimos, trazo orgánico, si se me permite.
El trazo de la comedia romántica Victoria es seguro, perfecto, leve cuando se requiere.
Las curvas del trazo son elegantísimas y lentas, de autor consagrado. Guillem virtualiza el pincel con un trazo de estilo.
Casi al final, la portada de Ángela,
el último suspiro del libro, la coda carnal de su trazo. Aparece la carnalidad de la mancha, del trazo grueso, confiado. Un trazo con mirada picante.
Y finalmente, la sonrisa en los labios, la historia de Ángela:
cuatro páginas de trazo elástico y sexual.